Frágil. Como una copa de cristal, de esas que suenan tan finas al golpearlas levemente. Frágil. Como una rosa cuando la aprietas con tus manos, pero igual que frágil, también sabe hacer daño con sus espinas. Y no es que sea mala, es que es insegura. Es que duda. Es que no confía. Es que hay que saber cogerla para no dañarla, ni dañarte.
La belleza de lo destructivo. La delicadeza de lo rudo. La armonía del desorden. La paz en mitad de la guerra. La sangre que bombea un corazón roto. El miedo a la luz. El ansia de oscuridad. Las ganas de romperse a besos. La manía de arreglarse a golpes. Las ansias de volar, y el temor a quedarse anclado a un suelo de tierra quemado, sembrada de sal, en la que ya no puede crecer nada más que dolor y angustia.
Pero... ¿Qué es eso? Parece la rosa, que cansada de vivir bajo ese suelo maldito, decidió salir a buscar su lugar. A recorrer el mundo. A llegar a las nubes. A sentir que puede hacer cualquier cosa. A saber que es más que una "simple planta inútil". A ser la dueña de su destino. A encontrar quien sepa cogerla, sin arrancar sus raíces. A regarla con sonrisas más que con lágrimas. Es ser más, y no sentirse menos. A plantarle cara al destino. A salir adelante. A luchar contra el opresor que quiera robarle sus sueños; sus ilusiones. A cortar los hilos del titiritero, y ser dueña de su propia voz y su voto. De su derecho a decidir. De decir lo que quiera sin miedo a ser juzgada. De convertir la utopía, en realidad. De ser ella misma. De mostrarse tal y como es. De guardar sus espinas, y solo usarlas para defenderse cuando sea necesario, sin tener que dañar, antes de que le dañen.
Tú, mujer libre y fuerte, tienes que alzar tu voz al viento, y gritar con fuerza que nadie tiene derecho ni voz por encima de ti. Que perteneces a una sociedad igualitaria, dentro de un mundo justo en el que se te trata de igual. Que eres libre. LIBRE. Y aunque te pueda sonar fantástico, no lo es. No lo es, porque siempre lo has sido, y esto que te digo, no es nada nuevo. Porque tú, al igual que yo, sabemos que Dios no existe, y que solo nosotros decidimos. Que te repetiré una y mil veces lo hermosa que eres cuando gritas tu nombre: Libertad. Que lo eres. Que siempre lo has sido y siempre lo serás.
Que, ojalá, todas estas palabras, no fueran solo un sueño. Y que si solo son un sueño, durmamos hasta que la realidad sea realmente buena para vivirla.
Fotografía por: Ana Neko.